AUTORRETRATO EN TRÁNSITO

Alguna vez el poeta confesaba: “...más me gustaría permanecer aprendiz en un mundo extraño

(aprendiz implica imperfección) que ser perfecto en el mundo entero: ser aprendiz en mi

entronque cubano, en mi entronque telúrico, en mi relación con el mundo como totalidad

(lectora)”. Esta Autobiografía en tránsito es la confirmación de un aprendizaje donde su

palabra conjuga la isla y el mundo en los tiempos más diversos, a la vez que se reafirma en lo

más alto de la lengua española en busca de su –Lezama Lima dixit– “definición mejor”.

Eugenio Marrón

CON QUIEN MORIRÉ

En el principio era el mar en vértigo, el emerger de los paisajes, el miedo, la soledad, la angustia.

Luego fue el asombro, la mirada, la pregunta; luego la voz, los nombres, el lenguaje: las palabras

todas girando como incontables mundos que se queman. El continente americano surgió de las

profundidades con genuina vocación de canto, y pese a la infame mordaza de su historia, América

sigue siendo esa inmensa multitud de voces que dan cuenta de la intensidad del drama que implica

La desmesurada voz de Raúl Zurita –testimonio rotundo de las imborrables huellas, de las

magníficas visiones del delirio, de la imposibilidad de la ausencia, de los millones de muertos

que florecen sobre nuestros paisajes– es un surco fulgurante en el mapa de nuestra poesía, capaz

de congregar a la historia, a la geografía y a las multitudes, para hacerlas partícipes de la dicha,

del duelo y del deseo. La obra total de Zurita constituye, al mismo tiempo, memoria y profecía,

recuerdo y presagio de una comunión radical que se vuelve tangible en el espacio sagrado del

poema. En estas páginas el pasado, el presente y el futuro se funden en el tiempo absoluto que

implica el acto de crear: ese tiempo en que “se suspende la vida, pero también se suspende la

Una eternidad, un segundo, millones de años después, cuando sea nuevamente el mar en vértigo,

el emerger de otros paisajes, el mismo miedo, la misma soledad, la misma angustia, quizá sea el

poema lo único que permanezca intacto, vivo, palpitante.

Luis Méndez Salinas

LOS MUROS PERDIDOS

Isabel de los Ángeles Ruano: sombra evanescente, ciudad, viento de Dios.

Los Muros Perdidos son un breve testimonio del deseo ardiente de la poeta que se ha

propuesto mendigar para dejar regada la canción y morir para transmigrar en un arcoíris.

Este libro es eso, el testimonio de la apuesta más riesgosa, la de quien entrega todo por la

palabra esperando que vida y obra sean inseparables.

Poeta audaz que ha escrito desde las sombras y el abandono, que se ha sumergido en el dolor

y atravesado la angustia para luego salir victoriosa. Renuncia al tiempo para que sus palabras

trasciendan y renuncia a su cuerpo para encarnar en la ciudad misma y ser todo a la vez.

El sueño que Isabel comparte en este pequeño libro se ha cumplido: su verbo tumultuoso

deslumbra nuestros caminos con un faro de nueva luz.

Gabriel Woltke

SUJETO DE LA LETRA A

El hombre en soledad vuelve a un estado primigenio: silencio, reconocimiento del caos,

tentación por la palabra. Frente al nuevo creador, la página en blanco es espejo; el texto es

horror vacui: sombras proyectadas sobre la pared de una nueva caverna, frente a las que el

hombre duda, intuye, en cada palabra, anarquía, simulación, carencia, imposibilidad. Descubre

que son tan solo un esfuerzo primitivo por explicarse lo que vibra y no se entiende, valiéndose

de los elementos conocidos; se da cuenta de que el texto es invención, metáfora de una

realidad inalcanzable. Su tarea es entonces volver sobre sus pasos hacia el silencio, destruir

el signo, para tratar de descubrir, a través de la sensación pura, qué es lo que sueña, lo que

Explorar y traspasar los límites del lenguaje ha sido, desde hace muchos años, la tarea poética

de Francisco Nájera. Este libro es un viaje por esas profundidades, una revelación de la palabra

como punto insostenible, una declaración de disidencia, un manifiesto de imposibilidad y

deseo, una ruta de ida y vuelta hacia el silencio, un abracadabra, una aceptación del vacío.

Vania Vargas

ESTACIÓN FLORIDA

Llena de presencias familiares, amistades entrañables, ceremonias y multiplicaciones, Estación

Florida es el legado de un poeta para el que, como Goethe, nada hay dentro, nada hay fuera, porque

lo que está dentro está fuera. Se trata no de una búsqueda si no, tal vez, de un reencuentro con los

votos que han hecho nuestros sentidos con las cosas: una nueva amistad con la realidad, invisible

a las tecnologías del lenguaje, pero no para la poesía que, como las ciencias, necesita preguntarse,

indagar, aceptarse instrumento de sí para ser. Estación Florida revela a un poeta que se enfrenta a

lo sagrado, a la inútil redención de lo perdido (como quien se enfrenta a un torrente) y desvía su

cauce hacia los campos, ciudades y presencias de lo vivo y efímero. De lo que solo cabe más allá de

Wingston González

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